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Asombrada por vivir sólo una historia, decidí probarlas todas, una a una. También escribo y dibujo.

miércoles, 27 de febrero de 2013

La Última Posada: Aventura en Night City



Creo que aún no os había mostrado el magnífico diseño que hizo Gema Serrano a partir de mi dibujo, para el cartel de las jornadas de La Última Posada: Aventura en Night City. Os lo enseño antes de que sea tarde, porque se celebran del 1 al 3 de marzo, o sea, ya. Animaos, las plazas están cerradas, pero se puede asistir como nómada por un día. Si os apetece, nos vemos allí.

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jueves, 21 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento VI: La hoguera


(Este es el último capítulo del cuento de la Niña de los Cuervos, que he estado contando estos días. Si quieres saber por qué, lo explico aquí. La historia empieza en este).

Acusaron a Guiomar de bruja. Es curioso cuántas pruebas hacen falta para demostrar una verdad inoportuna y lo rápido que se extiende una mentira atractiva. Esta mentira ganaba concursos de belleza: Guiomar era una extraña que había aparecido en el bosque, se rodeaba de cuervos negros, no hablaba con nadie más, el rey había enfermado estando allí ella, y ahora su hijo, el heredero al trono, se convertía en madera. Estaba clarísimo que era una bruja que pretendía quedarse con el reino. La reina escribió a su hijastro pidiendo que confirmase la sentencia de que muriese en la hoguera.

Entretanto, la princesa, encerrada en la torre (como la mayor parte de las princesas en un momento u otro de sus vidas) se desesperaba por no poder defenderse, pero los tres años sin hablar estaban a punto de cumplirse y la última camisa estaba casi terminada.

En el reino vecino, el príncipe se negó a creer las acusaciones contra su esposa, y ordenó que fuese bien tratada y que siguieran buscando a su hijo, pues él regresaría cuanto antes. Sin embargo, la segunda bruja interceptó el mensaje y lo cambió por otro más conveniente para ella y su hermana. Luego continuó reteniendo allí al príncipe para que no interfiriera.


La princesa fue condenada a muerte, y pasó la última noche cosiendo para acabar la tercera camisa. Sin embargo, al amanecer, cuando los soldados vinieron para llevársela a la hoguera, aún faltaba una manga por bordar. Guiomar se fue con ellos, tenazmente silenciosa.

Los cuervos, por su parte, apenas llegó la condena a su hermana partieron hacia el reino vecino, que era el suyo propio, a buscar al príncipe. Cuando éste los vio llegar, comprendió que Guiomar estaba en peligro y regresó al galope, escoltado por los pájaros. Llegaron justo en el momento en que se iba a encender la hoguera. Y en ese preciso instante se cumplieron los tres años de silencio y, en un remolino de plumas negras, los tres príncipes recuperaron su apariencia. Así que todo acabó bien: acusaron a la bruja correcta, recuperaron al niño y luego, con los soldados del príncipe, detuvieron a la madrastra y contaron a su padre lo que había ocurrido. Y Guiomar pasó el año siguiente cantando sin parar.


Aunque, como la tercera camisa no llegó a terminarse, el hermano más pequeño conservó para siempre un ala negra en lugar de su brazo.

(Ilustraciones de Esperanza Peinado: a color son los originales de la serie,  en grafito he añadido algunos bocetos y dibujos sueltos)

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viernes, 15 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento V: La cuna


Estos días estoy contando el cuento de La niña de los cuervos. En Os voy a contar un cuento, explico de dónde viene. Aquí encontraréis el principio de la historia.


También el príncipe tenía una madrastra, que acogió amablemente a Guiomar  en la familia. Y que luego mandó un mensaje a su hermana en el reino vecino, pues las dos eran brujas que habían planeado apoderarse de los reinos de la princesa Guiomar y del príncipe (podría deciros como se llamaba el príncipe, pero la experiencia indica que no le interesa a nadie). La cuestión es que, desde la desaparición de Guiomar y sus hermanos, el rey había empezado a desconfiar de su nueva esposa, la cual había detenido sus planes hasta localizar y destruir a los herederos al trono. 

Así que ambas brujas estudiaron la nueva situación y trazaron un nuevo plan para acabar con todos. Lo primero que sucedió es que el padre del príncipe enfermó de repente, sin que los médicos pudieran averiguar la razón ni encontrarle cura, y pronto estaba tan grave que el príncipe asumió sus funciones, pues el rey casi nunca estaba consciente. 

Lo segundo que sucedió fue que, poco después del nacimiento del hijo de Guiomar, su esposo fue llamado al reino vecino con urgencia. A la princesa no le hizo ninguna gracia que su amado se marchara desprevenido al castillo donde reinaba su madrastra pero, como no podía hablar si quería romper el encantamiento, tuvo que aguantarse. Si a la protagonista se le hubiera dado mejor jugar a las películas, el resto del cuento hubiera sido completamente diferente, pero faltaban doscientos siete años para que se inventara el juego, así que es absurdo especular. La princesa se quedó sola, con la reina.

Aquella noche, la princesa acostó a su hijo en la pequeña cuna junto a su cama, durmió profundamente y, a la mañana siguiente, cuando se asomó para recogerlo, casi gritó (casi, porque, recordemos, no podía): el bebé había desaparecido y en su lugar, entre una maraña de zarzas negras, descansaba un feo muñeco de madera.

(Ilustraciones de Esperanza Peinado: a color son los originales de la serie,  en grafito he añadido algunos bocetos y dibujos sueltos)

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lunes, 11 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento IV: Un sitio donde esconderse


Estos días estoy contando el cuento de La niña de los cuervos. En Os voy a contar un cuento, explico de dónde viene. Aquí comienza la historia, y éste es el segundo capítulo.

              Siguiendo el Manual de la Princesa en Apuros, Guiomar huyó al bosque para esconderse de su madrastra. Las princesas y los bosques tienen una relación simbiótica que por ahora nadie se ha molestado en explicar, pero deberían, porque cualquiera podría pensar que a una dama noble educada entre criados le iría peor al encontrarse vestida de gala en medio de tanto árbol. Debe de ser algo que aprenden desde pequeñas, como los escudos heráldicos y el bordado. El caso de Guiomar no fue distinto y, conforme se fue adentrando más y más, alejándose de las sendas, empezó a sentirse más segura y a plantearse como podría ayudar a sus hermanos.

              Había parado a descansar, pues llevaba andando desde el amanecer, cuando sintió que algo la observaba entre la maleza. Los tres cuervos alzaron el vuelo, sobresaltados. La princesa se puso en pie, y una criatura extraña, mitad animal, mitad planta, entró en el claro pausadamente. Era un espíritu del bosque que, curioso, venía siguiéndolos. Guiomar le contó su historia y la de sus hermanos, y el espíritu le dijo que ella misma podría romper el conjuro de su madrastra. Para ello, debía pasar tres años en silencio, uno por cada cuervo, y confeccionar tres camisas bordadas, una para cada hermano. Si lo hacía, los príncipes recuperarían su aspecto original.

              Así que Guiomar se puso a ello. No era nada fácil, porque la princesa no tenía ni idea de patronaje y coser nunca había sido lo suyo, por no hablar de que estar callada era aburridísimo, pero como quería mucho a sus hermanos, persistió.

              Una mañana, el joven príncipe del país vecino se desvió del camino y llegó al claro donde ella cosía, hermosa como un hada o una aparición, con el cabello radiante bajo el sol, custodiada por los cuervos. Y se enamoró de ella y, resumiendo, se las ingenió para que ella se enamorase de él y se casaron.

              Y, unos meses más tarde, aquella extraña joven que el príncipe había traído del corazón del bosque, que nunca hablaba, que cosía metódicamente y que no se separaba demasiado de tres enormes cuervos, quedó embarazada de su primer hijo…



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miércoles, 6 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento III: El hechizo


(Estos días estoy contando el cuento de La niña de los cuervos. En Os voy a contar un cuento, explico de dónde viene, y en la entrada anterior teneis el principio de la historia).

Los tres príncipes y la princesa eran los más desconcertados. Desde el primer momento desconfiaron de la nueva reina, y no tardaron en presentir que estaban en peligro. Tras pensarlo y hablarlo, decidieron escapar del palacio y buscar refugio en el reino vecino.

Sin embargo, durante la noche, alguien llamó a la puerta del príncipe mayor, desde la entrada a la galería que daba al jardín. Se asomó a la ventana y, al no ver a nadie, abrió la puerta y salió a la galería. Su madrastra lo esperaba entre las sombras y, entonando un conjuro, lo convirtió en cuervo.

Un rato después, la voz de su hermano mayor en la galería despertó al príncipe mediano, que fue a ver qué quería y corrió la misma suerte.

Ya amanecía cuando el más pequeño de los cuatro hermanos, casi un niño, escuchó a los dos mayores hablando en la galería que daba al jardín. Curioso, como era, se asomó a escucharles y, rápidamente, le crecieron largas alas negras, garras y pico, y salió volando.



Con los primeros rayos de sol, alguien llamó a los aposentos de la princesa (que, por cierto, se llamaba Guiomar, si es que os lo preguntábais) desde la galería que daba al jardín. Reconociendo las voces de sus hermanos, fue a abrirles, pero en su lugar encontró a su nueva madrastra, que comenzó a recitar su hechizo. Sin embargo, antes de pudiera terminarlo, tres enormes pájaros negros se lanzaron a la vez sobre ella, graznando, y Guiomar se la quitó de encima de un enorme empujón. Viéndose así atacada, la bruja se convirtió en niebla y desapareció.

              La princesa, comprendiendo que corría más peligro que nunca, escapó del castillo antes de que nadie más despertara, escoltada por los tres cuervos que habían sido sus hermanos, sin tener ya tan claro adónde ir.

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viernes, 1 de febrero de 2013

Os voy a contar un cuento II: el velatorio


Estos días estoy contando el cuento de La niña de los Cuervos. Aquí explico por qué.

Como os decía, había una vez un rey y una reina que tenían cuatro hijos: tres hijos y una hija. Los tres hijos eran apuestos y valientes, y tenían muchas otras virtudes pero, para lo que van a durar, podemos centrarnos directamente en la princesa que era igualmente valiente y bella y compartía los mismos intereses que otras princesas de su edad, que según las fuentes especializadas son los príncipes, cantar y montar a caballo.

              El reino era próspero y la pareja real era justa y amable, así que todo el mundo vivía bastante bien hasta que un día, repentinamente, la reina murió. El pueblo, la corte, los príncipes y la princesa estaban desolados, pero nadie tanto como el rey, que amaba profundamente a su esposa. Se encerró en sus aposentos y se negó a comer ni a ver a nadie. Los criados susurraban que pronto la seguiría a la tumba.


              Pero una noche, al asomarse a la ventana, le pareció ver a la reina pasear por el jardín, entre las rosas. Bajó corriendo, pero se encontró solo, puesto que todos los que tenían acceso al jardín real dormían. Así que el rey cogió la costumbre de pasear de noche por el gracioso laberinto de setos, para poder vislumbrarla a veces en la distancia, doblando una curva o tras una fuente. Y un día la encontró sentada, sola, en uno de los bancos de piedra:

-           Has vuelto –dijo él, sin poder creérselo.
-           Sí, –respondió ella- pero es un secreto. Nadie más debe saberlo.
                                                                                    
Y, como el rey no dio explicaciones, nadie pudo entender porqué, sólo tres meses después de la muerte de la reina que amó tanto, se casaba con una desconocida que, sólo a sus ojos, tenía el rostro de su esposa.

(Ilustraciones de Esperanza Peinado: a color son los originales de la serie,  en grafito he añadido algunos bocetos y dibujos sueltos)

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