Las cabezas de la hidra
Lo que no contarán las crónicas es que las voces de los pocos que me acompañaron a la boca de la cueva se fueron apagando al doblar el primer recodo. Que tuve que detenerme para que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad y, también, para reunir el valor que iba a necesitar para seguir. No hablarán de la humedad que subía del fondo del pasaje, de la mezcla de olores, a hierro, agua y sangre. No contarán que temí haberme perdido entre los pasajes de piedra, porque nadie ha salido con vida de las cuevas para dibujar un mapa, ni de lo que se movió en mi interior con la primera de las armas que reconocí, tirada en el suelo y rota.
Quizá, por darle emoción al relato, cuenten como el agua empezó a moverse, apenas unos destellos en la penumbra, donde acababa la bóveda, y describan el sonido de un animal inmenso al surgir del lago y pisar el suelo, en mi dirección. Lo que las historias sí contarán, o eso espero, es que yo maté al monstruo y nunca más regresó.
(Texto e ilustración de Esperanza Peinado)
(Texto e ilustración de Esperanza Peinado)
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