El pintor de miniaturas
Desde el principio puso especial cuidado al pintar ésta.
Era de un mirmillón, ese tipo de gladiador romano que en las películas no suele
pasar de extra, probablemente porque no se les ve la cara. La verdad, no le
presté mucha atención (tiene ejércitos completos) pero sí me di cuenta de que
le dedicaba más tiempo a los degradados y los brilllos, de que le buscaba más
matices a las telas, de que cambió un par de veces el color para obtener el
mejor efecto. Y, una vez terminada, la colocó junto a la cama, entre el
despertador y la lámpara. Lo último que mirar al apagar la luz.
Luego empezó el ejercicio. Y le venía muy bien, en realidad.
Pasaba mucho tiempo sentado entre unas y otras cosas. Pero, en algún momento, todo
se volvió excesivo. Y ¿Qué le voy a decir? ¿Que no me gusta que tenga la figura
en la mesa de noche? Yo en la mía tengo un conejo de trapo. Ayer pasé junto al
cuarto mientras hacía flexiones y le escuché murmurar. Habla tan poco
últimamente que me sobresalté. Repetía:
-
- La espada atada al brazo es una con el brazo,
clava y corta. El escudo de un soldado, pesado y recto, defiende al guerrero.
El casco cubre la cara para que nunca te miren a los ojos…
(ilustración: Esperanza Peinado)
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