La tarde en el Alcázar
Aprovechando el tiempo que está haciendo, ayer Diana Carvajal y yo decidimos pasar la tarde en los jardines del Alcázar.
El plan era tomar un helado, pasear y dibujar escuchando las fuentes, así que yo me llevé mi cuaderno y ella se trajo uno a estrenar. Pasamos un buen rato disfrutando de las flores, los peces y las ranas y los setos recortados en forma de torre y de tetera, y decidiendo dónde colocarnos y, finalmente, encontramos un sitio que nos convenció a las dos. Fue entonces cuando descubrimos que el cuaderno de Diana era mágico. Apenas empezó a dibujar, se puso a llover.
Poca cosa, algunas gotas aisladas, nada molesto salvo que,
como ella, estuvieras usando un pincel
con tinta soluble. Así que cerró el cuaderno y esperó un poco. Dejó de llover
casi de inmediato pero, para asegurar, dio una vuelta y sacó algunas
fotografías (una, de su pie en perspectiva ante un estanque: porque es una
artista). Luego reemprendió el trabajo y, por supuesto, empezó a llover de
nuevo. Cerró el cuaderno, dejó de llover, charlamos mientras yo dibujaba,
reapareció el sol, se sentó otra vez, reemprendió el boceto, regresó la
lluvia. Aquí ya lo dejó por imposible,
así que no volvió a llover.
Mientras averiguamos si el cuaderno tiene arreglo o lo
guardamos para tiempos de sequía, este es mi dibujo ya acabado:
Si queréis saber de lo que es capaz Diana cuando no le
llueve, os dejo el enlace a su blog.
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